Fotos, arte, poesía y diarios

sábado, 6 de junio de 2009

Cambalache







Cambalache

Hace algunos días visité dos librerías de viejo. Llevaba varios libros en dos bolsas de esas con las que se va al mercado. Usé el metrobús y caminé por la calle Álvaro Obregón hasta casi llegar a la esquina de Orizaba. Casi en contra esquina de Casa Lamm, están las librerías El Ático y A través del espejo. En la primera el librero escogió algunos de los libros que me había dado H., y me pago 50 pesos por ellos. Pero mientras estaba alli, descubrí lo que me pareció un tesoro: un libro llamado Primeras novelas europeas. ¡Con lo que me gustan las historias de caballeros andantes, damas y magos! Me lo vendieron a 20 pesos, porque tenia unas hojas rotas. Luego al salir vi unos cuentos de Óscar Wilde y salí con El gigante egoísta y otros cuentos, libro que costó 20 pesos. Por cierto hay más ejemplares. Ah, guardé unos tres libros que consideré podían serle útiles a Elías H. y un diccionario de náhuatl para VM.

En la librería A través del espejo me compraron unos libros para aprender alemán que ya no tenían los casettes para practicar pronunciación y ocupaban mucho espacio para H. Pedí 150 pesos, me dieron 70 y me sentí contenta.


A la salida, una señora de edad mayor me contó que había vendido la colección de enciclopedias de su marido, quien ya había fallecido, por 800 pesos. Casi lloraba, le dije que en este tiempo ya casi nadie compra grandes enciclopedias porque ocupan mucho lugar y que quizá a alguien podían servirle esos libros. Le aconsejé que pusiera macetas con plantas o flores en el lugar donde antes tenía esos libros.
Me platico su vida y mientras, pasó un adulto mayor de rasgos indígenas que buscaba vendernos alegrías a 10 pesos. Tenían muchos cacahuates, pasitas, pepitas; y aunque mi ahora amiga quería regatear, yo compré con gusto algunas.
Tenía todavía 4 libros que nadie quería: libros viejos de computación y leyes. En otra librería me dieron cuatro pesos por dos de ellos. Lo que no pude vender fue un libro llamado PC/DOS, Versión 3.2, por razones obvias, y la Ley general de salud.
Caminando por Insurgentes, cerca de la parada Nuevo Leon del Metrobús, me encontré con un señor de largos cabellos negros, quien me pareció muy alivianado, y además vendía pulseras, collares, aretes, que él mismo fabrica y tienen un estilo especial. No pude resistir y compré un collar de semillas de Colorín y Framboyán por 45 pesos. Después de todo, había ganado con la venta de libros 124 pesos y ahora tenía un collar, dos libros y cinco alegrías.

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